Mejor sería decir que fue el primer rey
vallenato cachaco aunque no recibió título oficial ni ciñó corona alguna porque
eso entonces no era ni sueño; pero si reinar es ejercer dominio sobre las masas
y establecer records de venta de la mercancía que parecía ser potestativa del
Magdalena pa’entro, entonces sí que lo fue. Porque vender un solo artista el
10% del total de discos de un país es más que una hazaña. En aquel 50 era más
fácil la contabilización del producto porque solo se vendían discos de 78.
Además en aquellos tiempos no había posibilidad de elección y el comprador
adquiría el producto solo cuando era excepcionalmente bueno, si no, se abstenía
de comprarlo. Ahora qué tal vender uno de cada tres discos producidos en
Colombia? Pues todo eso lo logró un hombre, un artista colombiano, JULIO TORRES
MAYORGA al frente de un conjunto, Los Alegres Vallenatos, que no sólo estuvo en
los cancioneros de entonces sino que logró “tapa” en una publicación tan famosa
como SEMANA que se ocupó de ellos el Sábado 30 de Diciembre de 1950 que aparte
de la portada comentaban que “el disco más tocado del fin de año era un sello
Vergara “Los Camarones” con respaldo de “El aguacero”. La voz de tenor que los
canta y la guitarra son de Julio Torres M. su autor”. Pero la
revista no podía prever que aquello iría más lejos convirtiéndolo en el
futuro en episodio histórico de una modalidad musical que iba a dar mucho de
qué hablar. Quienes vivieron el vallenato posterior y se hacían lenguas de su
difusión y ventas no vivieron seguro aquellos tiempos ya que quien haya estado metido
toda la vida en el asunto, debe saber que rebulicio mayor ya se había
presentado y por ello Julio Torres es el más importante ejemplo. Porque no fue
hazaña que algunos costeños pusieran a bailar el vallenato a un buen número de
cachacos. Hazaña fue que un conjunto cachaco hubiera hecho bailar a la costa y
resto del país, vallenato hecho por cachacos. Eso fue lo que hizo Torres en
unos pocos meses y aumenta de méritos cuando se analiza que el inmortal
Guillermo Buitrago no tenía un año de
muerto y sus discos seguían pegando en todas partes. Julio Torres tenía
20 años cuando un jilguero celestial se posó en la Sierra Nevada buscando a
Guillermo Buitrago para llevárselo como solista para ir a cantarle al gran
Dios. El muchacho tenía inclinaciones musicales pues su padre y homónimo el
viejo Julio, además de pianista había hecho teatro y fue maestro de Sofía
Álvarez la primera gran vedette colombiana que se consagró en el cine mexicano.
Tenía también un hermano, Carlos, artistazo en México primero locutando y luego
cantando, para después venir de paso a
Barranquilla y triunfar con la gran orquesta del maestro Pacho Galán del que ha sido su más grande intérprete en la
época dorada del merecumbé. Julio no podía hacer quedar mal a la familia y se
le ocurrió la pendejadita de ser el sucesor de Buitrago. Ni para qué decir lo
que se rieron de él. Pero lo logró. Cuando la muerte de Buitrago primero y el
destierro de Bovea después, dejaron el título vacante fue entonces cuando el
cachaco ganó ante el asombro de todos, que no tuvieron más que decir:”el Rey ha
muerto, viva el Rey” .Le costó mucho trabajo, obviamente y porque además él
hizo un tema titulado “Los camarones” en el que utiliza parte del estribillo de
una anónima copla tolimense: “ Camarón
de mi vida los chirriquitico, zambullidores que andan por debajo del agua”.
Pero aunque quisieron no la pudieron descalificar porque él la compuso
realmente inspirado en el apretujamiento de un bus bogotano que lo lanzó contra
un señor que iba leyendo los titulares del triunfo de Miriam Sojo la
barranquillera reina de belleza del 49: “camarón salió/ allá en Cartagena/ a
ver a la bella /Miriam Sojo ( que es la reina).Pero Julio no estaba contento
pues sabía que debía dar un golpe mejor y una noche vino el éxito. Julio fumaba
escondido porque su abuela Berenice no lo dejaba, y esa noche se quedó sin
cigarrillos y sin chance de pedirle a la abuela, decidió salir a buscarlos. Era
Octubre y al regreso se mandó el aguacero .Julio tocaba duro la puerta pero el
ruido de los truenos y el sueño pesado de la
abuela impedía que le abrieran. Y ahí mismo, porque artista es artista,
salió la canción que le dio el campeonato: “el aguacero que me está cayendo/
negrita linda ya me tiene loco/ con este frío que me está matando y el
aguardiente queda ya muy poco.” Para entonces Julio Torres Mayorga, ni siquiera
conocía el mar, y sin embargo se convirtió en el cantor por excelencia, de esos
ritmos para lo que empleaba además de la temática acostumbrada, y copiando algo
de Buitrago que lo había hecho tres años antes de aquel momento, y 40
anteriores al samario Carlos Vives, bongó, trompeta, clarinete, güiro, bajo,
percusión y flauta, acompañado por los hermanos Morales Hommo y Custodio, José
Mejía, Jorge Rojas, y Eliseo Márquez. En la foto que ilustra este trabajo
Torres es el cuarto de derecha a izquierda, con su guitarra, al lado del fuelle.
Después defendió brillantemente el título grabando “Me voy a Plato”, “ Mi
canoa”, “ La colegiala”, “ Tu carta”, “El sancocho”, “La totuma” y otros, temas
todos de su inspiración paseándose exitosamente por el país con su reciente
éxito “Pomponio” interpretando los temas de Guillo Buitrago por quien siempre
sintió adoración e imponiendo aquel merengue inolvidable: “Mi aguinaldo”.
Finalmente la grandeza de Torres es tal que le devuelve al acordeón su
importancia desplazado por el Rey Buitrago y por Bovea excelentes punteros de
guitarras, inimitables. Cosa que habían intentado sin éxito muchos nombres ilustres. Se dirá que lo hizo porque Buitrago
había muerto y Bovea había dejado el país; pero…por qué no otro sino
precisamente él? Porque Julio Torres entendió que lo de menos es con qué se
toque sino lo que se toque, y de tal suerte él no se limitó a seguir letras
sino que hizo sus canciones, llevó el comando con la guitarra y supo instruir a
su fuelle Jorge Rojas para triunfar donde otros quedaron tendidos. Los hombres
pasan pero sus realizaciones a veces los convierten en leyendas eternas como el
misterioso, casi macabro caso de Julio Torres que solo duró un año triunfando y
cuando recibió el trofeo, decidió irse a Cartagena a conocerla y a ver por vez
primera el mar que tanto amó, el agua a la que tantas veces cantó. Un absurdo
accidente, un estúpido resbalón en cubierta, y el mar se lo llevó para siempre.
Aunque solo fuera por eso Julio Torres es un artista inmortal.
¡Muy buena y entretenida la reseña! Gracias.
ResponderBorrarGenial. Siempre habìa sido para mi una incògnita la musica de Torres que ademàs suena cachaca pero es caribe. Genial.
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