Lean
bien por favor: CASEROS y no me vayan a salir que no incluí las inyecciones de
meao de perro, las pastillas de tiza molía, o los ungüentos de tierra con
mentol porque el título habla por sí solo. Ahora parecerá increíble pero en un
tiempo fue cierto y hasta funcionaba algunas veces. Que el bebé tenía hipo? Se
le ponía un hilito, mojao de saliva, en su arrugada frentecita, y santo
remedio. Si ese mismo bebé u otro tenía pujo, eso era porque lo había estado
visitando alguien que acababa de tener coito. El remedio era poner al niño en
el suelo y caminarlo en cruz un par de veces. Que alguien le dolía el oído?
Vuelta al algodón empápelo en leche materna y colóqueselo en la cavidad
auditiva durante un rato. Listo. Para el dolor de cabeza hojas de matarratón
frescas y colocadas bajo un sombrero o gorra. El horrible dolor de muelas sí
que tenía ensayos; pero lo efectivamente comprobado era un algodón ( y dale con
el algodón ) empapado en creosota y colocado en la caries. Daban también algún
resultado el clavito de comer, el ácido fénico,( este cayó en desuso porque
algunas chicas se suicidaron con él ) y la esencia de clavos. Las inflamaciones
de cualquier tipo eran curadas con cataplasmas de muchas plantas - y asómbrense
Uds – hasta de boñiga de vaca. La caspa,
la seborrea y hasta el pelo “cucú” tenían en la corteza del guásimo su
mejor aliado .Otro mal que dio siempre mucho que hacer fue el posterior y
eufemistamente llamado acné juvenil y que en aquel tiempo se le llamaba
simplemente espinillas y no era potestativo de los jóvenes porque había muchos
viejos con la cara como un anón. Eso sí fue sufrimiento de hombres y mujeres
que ensayaron todo desde la masa para las arepas hasta la más sofisticada
crema, hasta cuando empezó a verse algún resultado positivo en –quién lo
creyera- la cera del oído aplicada en las porquerías esas. Finalmente el Dr
Pachito Lugo primer médico homeópata que hubo en Barranquilla en la calle 37
carrera 29, les hizo ver a tanto cabeciduro que esos barros y espinillas no
eran cosa cutánea sino estomacal y empezó a fabricar, recetar y vender la
levadura de cerveza que fue milagrosa. Los malestares estomacales se curaban
con almidón –sí ese de las cometas- polvo disuelto en medio vaso de agua y una
pizca de sal. El limón era milagroso ya que servía para infinidad de cosas
desde cortadas y raspones y magulladuras hasta en irritación en los ojos pasando por mal olor
en las partes púdicas. Cuando se producían comezón o rasquiña en medio de los
dedos, más producto de la pecueca que de cualquier otra cosa, se utilizaba leche de coco y a veces
matarratón molío, tibio y friccionado. Entre paréntesis, no nos digamos
mentiras: a Ud, a mí, a todos cuando éramos pelaos nos gustaba andar descalzo y
si no lo hacíamos por gusto era a la brava porque el veintiúnico parcito de
zapatos había que cuidarlos y el que usaba chancleticas era llamado marica,
cosa que no importaría hoy en los tiempos de Gaviria, pero que en aquel
entonces era horroroso, por lo cual andábamos con las rodillas, tobillos,
talones y demás, heridos y nos los curaban a lo burro, con limón, vinagre,
yodo, y cualquier polvo que se les ocurriera pero que ardía como el carajo.
Había otro remedio para esos casos que llamaban “manito de Dios” y que no era más
que una mezcla de aceite de cocina, alcanfor y azufre. También existía el
insólito procedimiento de aplicar queso frito en las picaduras de insectos, que
según no sólo aplacaban el dolor sino que combatían la posible infección. Había
igualmente cantidad de yerbas, semillas, y hasta trocitos de árboles que
cocidos o rayados, servían para muchas cosas. Las llamadas tomas estaban a la
orden del día: el pitomorreal, el llantén útiles en afecciones auditivas, la manzanilla,
la llamada cola de caballo, el romero para el cuidado del cabello y para
tinturarlo de rubio, y la quina efectivísima para la fiebre. El bicarbonato
para muchísimas cosas, desde la mala digestión hasta el grajo, pasando por la limpieza
de dientes y que llegó al hall de la fama cuando la mismísima Compañía Colgate
Palmolive lo introdujo entre los componentes de sus famosas cremas dentales. Y
qué decir del permanganato sustancia que diluída en agua tibia era un
antiséptico de alto poder cuyos mayores índices de venta estaban entre “las
niñas” que ocupaban piecitas en el barrio Chino. En fin, tantas cosas de las
cuales se obtenía hierro para los anémicos, y calcio para los debiluchos, pero
quiero cerrar con el cicatrizante más berracamente doloroso que hasta aparece
soterrado en un disco famoso. Me refiero al piedralipe que sanaba lo que ningún
otro remedio había podido sanar; pero a qué precio: al precio de un dolor tan
intenso que provocaba correr en lo posible. Tanto que ( y seguro estoy que es
la primera vez que lo oyen ) fue el causante de que el pobre Migue se recluyera
en una montaña pues sucedió que el señor Canales tenía una “ñoma” de burro en
el “ñango” que nada se la curaba hasta que alguien le recomendó piedralipe, se
lo aplicaron y el pobre Migue salió gritando y en carrera limpia para
refugiarse en la montaña prefiriendo convertirse en ermitaño antes que volver a
saber del piedralipe. Rigurosamente cierto, contado por el autor del tema
musical a su primo Julio Oñate y a este servidor. Bueno y ahora Uds denle
rienda suelta a su stock de remedios, pero caseros, nada de Mejoral ni de
Aceite de ricino ni de Leche de Magnesia. Adelante pues.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario