domingo, 10 de julio de 2016

AQUELLOS REMEDIOS CASEROS



Lean bien por favor: CASEROS y no me vayan a salir que no incluí las inyecciones de meao de perro, las pastillas de tiza molía, o los ungüentos de tierra con mentol porque el título habla por sí solo. Ahora parecerá increíble pero en un tiempo fue cierto y hasta funcionaba algunas veces. Que el bebé tenía hipo? Se le ponía un hilito, mojao de saliva, en su arrugada frentecita, y santo remedio. Si ese mismo bebé u otro tenía pujo, eso era porque lo había estado visitando alguien que acababa de tener coito. El remedio era poner al niño en el suelo y caminarlo en cruz un par de veces. Que alguien le dolía el oído? Vuelta al algodón empápelo en leche materna y colóqueselo en la cavidad auditiva durante un rato. Listo. Para el dolor de cabeza hojas de matarratón frescas y colocadas bajo un sombrero o gorra. El horrible dolor de muelas sí que tenía ensayos; pero lo efectivamente comprobado era un algodón ( y dale con el algodón ) empapado en creosota y colocado en la caries. Daban también algún resultado el clavito de comer, el ácido fénico,( este cayó en desuso porque algunas chicas se suicidaron con él ) y la esencia de clavos. Las inflamaciones de cualquier tipo eran curadas con cataplasmas de muchas plantas - y asómbrense Uds – hasta de boñiga de vaca. La caspa,  la seborrea y hasta el pelo “cucú” tenían en la corteza del guásimo su mejor aliado .Otro mal que dio siempre mucho que hacer fue el posterior y eufemistamente llamado acné juvenil y que en aquel tiempo se le llamaba simplemente espinillas y no era potestativo de los jóvenes porque había muchos viejos con la cara como un anón. Eso sí fue sufrimiento de hombres y mujeres que ensayaron todo desde la masa para las arepas hasta la más sofisticada crema, hasta cuando empezó a verse algún resultado positivo en –quién lo creyera- la cera del oído aplicada en las porquerías esas. Finalmente el Dr Pachito Lugo primer médico homeópata que hubo en Barranquilla en la calle 37 carrera 29, les hizo ver a tanto cabeciduro que esos barros y espinillas no eran cosa cutánea sino estomacal y empezó a fabricar, recetar y vender la levadura de cerveza que fue milagrosa. Los malestares estomacales se curaban con almidón –sí ese de las cometas- polvo disuelto en medio vaso de agua y una pizca de sal. El limón era milagroso ya que servía para infinidad de cosas desde cortadas y raspones y magulladuras hasta en  irritación en los ojos pasando por mal olor en las partes púdicas. Cuando se producían comezón o rasquiña en medio de los dedos, más producto de la pecueca que de cualquier otra cosa,  se utilizaba leche de coco y a veces matarratón molío, tibio y friccionado. Entre paréntesis, no nos digamos mentiras: a Ud, a mí, a todos cuando éramos pelaos nos gustaba andar descalzo y si no lo hacíamos por gusto era a la brava porque el veintiúnico parcito de zapatos había que cuidarlos y el que usaba chancleticas era llamado marica, cosa que no importaría hoy en los tiempos de Gaviria, pero que en aquel entonces era horroroso, por lo cual andábamos con las rodillas, tobillos, talones y demás, heridos y nos los curaban a lo burro, con limón, vinagre, yodo, y cualquier polvo que se les ocurriera pero que ardía como el carajo. Había otro remedio para esos casos que llamaban “manito de Dios” y que no era más que una mezcla de aceite de cocina, alcanfor y azufre. También existía el insólito procedimiento de aplicar queso frito en las picaduras de insectos, que según no sólo aplacaban el dolor sino que combatían la posible infección. Había igualmente cantidad de yerbas, semillas, y hasta trocitos de árboles que cocidos o rayados, servían para muchas cosas. Las llamadas tomas estaban a la orden del día: el pitomorreal, el llantén útiles en afecciones auditivas, la manzanilla, la llamada cola de caballo, el romero para el cuidado del cabello y para tinturarlo de rubio, y la quina efectivísima para la fiebre. El bicarbonato para muchísimas cosas, desde la mala digestión hasta el grajo, pasando por la limpieza de dientes y que llegó al hall de la fama cuando la mismísima Compañía Colgate Palmolive lo introdujo entre los componentes de sus famosas cremas dentales. Y qué decir del permanganato sustancia que diluída en agua tibia era un antiséptico de alto poder cuyos mayores índices de venta estaban entre “las niñas” que ocupaban piecitas en el barrio Chino. En fin, tantas cosas de las cuales se obtenía hierro para los anémicos, y calcio para los debiluchos, pero quiero cerrar con el cicatrizante más berracamente doloroso que hasta aparece soterrado en un disco famoso. Me refiero al piedralipe que sanaba lo que ningún otro remedio había podido sanar; pero a qué precio: al precio de un dolor tan intenso que provocaba correr en lo posible. Tanto que ( y seguro estoy que es la primera vez que lo oyen ) fue el causante de que el pobre Migue se recluyera en una montaña pues sucedió que el señor Canales tenía una “ñoma” de burro en el “ñango” que nada se la curaba hasta que alguien le recomendó piedralipe, se lo aplicaron y el pobre Migue salió gritando y en carrera limpia para refugiarse en la montaña prefiriendo convertirse en ermitaño antes que volver a saber del piedralipe. Rigurosamente cierto, contado por el autor del tema musical a su primo Julio Oñate y a este servidor. Bueno y ahora Uds denle rienda suelta a su stock de remedios, pero caseros, nada de Mejoral ni de Aceite de ricino ni de Leche de Magnesia. Adelante pues.

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