jueves, 16 de junio de 2016

…Y ERA EN VERDAD FELIPE PIRELA



Era realmente el que llegaría a ser llamado “el bolerista  de América” y si lo era qué hacía en Barranquilla aquella mañana y en una tienda de media cuchara en el Barrio San Roque?  Ni siquiera pudimos preguntárselo ya que lo que menos podría interesarnos era lo que el cantante hiciese o dejase de hacer en su vida privada. Ere el domingo 18 de Marzo de 1962.Todavía en aquel año nos quedaba algo de la impresión absurda que el tiempo corría más lento y por lo tanto el puente nos parecía más prolongado. Sí, porque aunque en aquellos tiempos no existían todavía los acomodaticios puentes gubernamentales, cuando el feriado caía en lunes, sin trampa, se le llamaba también “puente” o fin de semana largo. Muy temprano nos encontramos con los locutores Alberto Navarro y David Cermeño Martínez con quienes después de misa enrumbamos Hospital abajo hasta llegar a la calle San Roque (31) que ya dije que no iba mencionar más calles por los viejos nombres. Cruzando a la derecha llegamos a la cra 32 para luego otro cruce y llegar a la 30, en cuya esquina Sur Oriental, una tienda llamada “La Cátedra”, nos instalamos. Cuando apenas los feligreses de la Misa de 8 regresaban, ya nosotros teníamos cada uno su “fría” en la mano y varios discos programados. Para entonces Felipe Pirela había metido en el mercado nacional unos dos o tres volúmenes entre los cuales gustaba mucho un bolero de Adolfo Salas titulado “Pobre del Pobre”; sin embargo como ya quedó dicho nosotros no habíamos ido a escuchar a Pirela sino a darnos gusto con La Sonora, Los Panchos, Matamoros, y Olimpo Cárdenas según las preferencias de cada quien. Hay que tener en cuenta que en esa mañana Pirela no era un ídolo todavía y los temas de Cortijo y Tito Rodríguez no le dejaban mucho radio de acción. Cuando se tienen menos de 28 años uno puede hacer cualquier barbaridad con el organismo como meter cervezas, almorzar con un pedazo de salchichón viejo y comer una tajada de queso nadando en jugo de limón, un sabor horrible pero que entonces nos sabía a Gloria. Los dos mosaicos que conocíamos de la nueva Billos nos gustaban en las versiones que Felipe hacía de “preciosa niña quisiera como en los cuentos de hadas” o de aquella otra “ si pensaba en tí para mí no era vida”… pero si podíamos escucharlas en sus versiones originales con La Casino de La Playa, no tenía caso preferir al venezolano pues ya he dicho dos veces que habíamos ido a escuchar MÚSICA VIEJA. La verdad es que ninguno pensaba en eso cuando por ahí a las 11 de la mañana Cermeño le dijo al tendero que le prestara el baño. El tipo le señaló el rincón donde una cortina sucia tapaba algo, pero resulta que al colega le había apremiado una necesidad que requería algo más que lo que tapaba aquella cortina sucia. Como el cliente manda, a regañadientes y todo, el hombre levantó la aldaba abrió la portezuela y David pasó casi corriendo hacia el interior de la casa. Cuando regresó vino con un vacilón raro: “ eche, allá hay un tipo igualito a Felipe Pirela” .Nosotros no le paramos bola porque en domingo, víspera de feriado, oyendo buena música y “candeleao”como decía el “Mono Rojas” ninguna importancia le hallábamos a que un cristiano se pareciese a alguien, que en fin de cuentas un d.. se parece a otro; sin embargo cuando a eso de una de la tarde yo pedía un poco de picante para sazonar el suculento almuerzo de salchichón con galletas de soda, el tendero habló algo al interior y un tipo se acercó con el frasquito de Tobasco. Cuando abrió la cortina yo vi al muchacho sentado en una especie de mecedora y que estaba en aquel momento leyendo un periódico. El asombroso parecido con el cantante de la Billo era notorio y yo todavía no sé por qué, pero lógicamente “mamando gallo” le grité: “Hey tú Felipe Pirela, ven acá”. Desde luego yo no esperaba que el tipo fuese Felipe sino alguien muy parecido y lo pensaba vacilar cuando se acercara, cosa de la que no hizo ningún ademán, repitiendo yo mi llamado y entonces sí se acercó al mostrador. Cuando me dijo: “Qüibo vale, mucho gusto.” Yo pensaba que me había salido General y que el vacilado iba a ser yo, pero no: para mi asombro ERA FELIPE PIRELA que me tendía su mano y unos instantes después yo pedía una cerveza para Felipe. La aceptó y charlamos el tiempo que duró en ingerirla. Nos ayudó mucho eso sí, el ser locutores y poderle hablar de sus discos, de los antecedentes de sus piezas, de su acogida en esta ciudad y para sorpresa nuestra, él no sabía todavía todo el alcance de su popularidad en Barranquilla. Era un muchacho humilde, casi tímido que en el poco rato que nos acompañó nos dijo más de dos veces que “era un placer departir con gente de la radio acá”. Cuando puso la botella sobre el mostrador detrás del cual no salió en ningún momento, le brindamos otra pero la rechazó amablemente explicando que tenía que salir porque andaba en unas diligencias personales aprovechando aquel puente y que iba con un amigo y compatriota residente allí a “hacer unos encargos”. Después al enterarnos que en el interior de aquella tienda habían piezas de alquiler supusimos que ahí vivía un venezolano a quien el cantante visitó. Lo importante fue que lo vimos, que charlamos con él y que compartimos una cerveza, y si le dijese que entonces no le dimos toda la importancia, Ud debe entender que la rutilante carrera de Felipe comenzaba, y que si dos años después era un astro, aquella mañana era solo un muchacho venezolano cuya aparición allí no nos pareció tan misteriosa como nos pareció después toda una vida. Misteriosas y gratas como en realidad fueron siempre las cosas del gran artista a quien quisimos recordar con motivo de cumplirse el próximo 2 de Julio 44 años de su muerte y porque recordamos que Saul y Ernesto tienen en Voces de Billo hoy, un cantante, Jorge Velásquez, a quien llaman “la resurrección de Pirela”, quien con su voz y estilo mantiene todavía tantos pasajes vividos propiciados por el artista venezolano y que la magnífica orquesta al acompañarlo, hace que volvamos a estar como en aquella lejana mañana del 62, pidiendo una cerveza para Felipe.

2 comentarios:

  1. Grato comentario esta crónica señor Álvaro, mi papá compraba cada LP de la Billo que salía al mercado, se los traían de Venezuela un señor que le decían El Chino.

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