No dejó de causarme asombro que los
niños, y hasta adultos de hoy, no saquen el mismo provecho de las frutas que en
tiempos pasados. Y esto se debe a que el niño de ahora come mucha golosina(
caramelos, bolitas, chitos, manimotos, helados, chichas etc).Y esto a su vez
pasa porque muchas frutas han desaparecido, otras se vuelven dizque jugos y
poquísima gente se come en el verdadero sentido del verbo, una fruta, excepción
de uno que otro mango de puerco, de hilaza o de otra baja calidad. Ya los
zapotes y los nísperos son artículos que transformados en “refrescos” venden en
puestos especializados y a precio prohibitivo. También se dan el lujo de
“importar” vainas como el tal borojó del Valle, y que en el pasado nadie
conoció. Ni falta que hacía, como cuando nos quisieron meter por supositorio
las brevas y los icacos bogotanos, paliduchos y que no sabían a ná. Sí. Por ahí
ve Ud aguacates, pero ya es cosa más de supermercado y los venden por libras,
lo mismo que la patilla y el melón, y cobran un cojonal por uno de ellos, o de
piña y uno muerto de las ganas de comerse una torrejita. Y ponen nombres raros
como a los mangos que llaman “filipinos”; no sé quién carajo va a entrarle a
ese cuento. Naranja y toronja caen en la misma bolsa y materia de las
carretillas quedan las ciruelas cuando las hay y caras como el carajo en
relación con tiempos idos que cobraban cuatro y daban una docena. En cambio
dígame Ud si encuentra martillo, camajourú o pomarrosa en alguna parte? Ah, las
frutas de nuestras infancias! Se zampaba
uno un mango de chancleta o huevo e’ toro y quedaba listo. Hoy muchos de Uds ni
conocen el mango de chancleta, y menos el otro. El martillo, una especie de
regadera de mínimo 20 cms de diámetro con muchas celdillas que cubrían unas
fruticas sabrosas fáciles de sacar y de comer, pues no había que asar, como las
del marañón, o el camajourú ya que eran una variedad exquisitas de almendras
diferentes a las del parque que llevaba su nombre. Éstas, las del parque, en un
comienzo se les devoraba la pulpa y luego la “pepa pelá” .Se partía, se sacaba
una especie de coquito que llevaba adentro y que resultó siendo más sabroso que
la propia fruta. Volviendo a las del camajourú porque los veo todavía tirando
cabeza, era producto de una planta indígena que daba una especie de bolsitas
dentro de las cuales había semillas ovaladas lisas y negritas, que partieron
más de un diente, porque había que ablandarlas al fuego. Ahora cuénteme del
mamey, primo hermano del zapote pero de carne amarillenta y sabor más bien
ácido. Acaso lo consigue hoy Ud por alguna parte? La cañandonga y la guamas
sendas réplicas de espadas cortas, una negra y morada( dos especies ) y la otra
color tierra , pero mientras las primeras eran gran fuente de proteínas ( con
ella se fabricó el “Minevitan”) la guama contenía unas pepas algodonosas con
pelitos, blanduzcas e insípidas que se metía uno en la boca y ya quedaba
limpiecita; de ahí el dicho para el que no tenía plata: “más pelao que pepa de
guama”. Ah, también el caimito, esfera morado oscuro casi del tamaño de una
naranja que al partirse mostraba enseguida su pulpa púrpura y deliciosa. Las
uvas ( parra, playa y moscatel) que no tenían nada que ver con las importadas
que ahora se comen como agüero de año nuevo. Aquellas eran materia prima de
famosos vinos y hasta de whiskys, notándose que todavía alguna gente llama al
“Old Parr” con el absurdo y sin gracia nombre de “viejo Parra”, cuando la
traducción del whiskey hace referencia es a los viejos parrales de la hoy
renegada Inglaterra. Claro, muy distintos, pero parras también. Las nuestras no
tenían problema para los pelaos que las cogían de los palos y ahí mismo les
daban muela cortando con sus dientes de leche la suave piel morado azuloso y
gozando el placer de su exquisito sabor. Y tampoco da fe de las peritas de
patio? Unas fruticas con su forma de peras en miniaturas pero de color rosado
“jipato”, cuyo sabor tampoco era la gran vaina, pero se adquirían sin trabajo y
se comían fácilmente. Y así el anón, la
guinda que igual se comía verde o madura, lo que hacía creer que eran dos
clases, pero no, era la misma, la grosella , con un sabor agrio muy parecido,
la pitahaya y la granada que dependían de sus semillitas pues no tenían pulpa
abundante ni sabrosa y que muchos tal vez por ello dieron en llamar granadilla.
El mamón, conseguible todavía en cosecha y eso con dificultad. El coco, común
todavía, en agua, que ya llegaron a lo químico de la gaseosa, y fruta siempre camellada, que
antaño se aprovechaba también en su pulpa viche o seca, los carruzos de caña, y
tal vez otras pero ya está muy largo el asunto. Queremos remachar el punto
final es indicándoles que TODAS estas frutas citadas se podían conseguir en
cualquier patio de casa y hasta en las puertas y esquinas de las mismas. Y tal
vez los mismos pelaos de entonces contribuyeron a su lenta extinción porque
levantaban a piedra a los palos y los vecinos se fueron absteniendo de cultivar
árboles frutales. Un dulce recuerdo para todos los amigos.
Conocí la cañandonga en la finca de mi abuelo, en el Magdalena. MI papá nos llevaba piñuelas. Ya no existen. ¡Que vaina!
ResponderBorrarAl lado de mi casa había un árbol de granada. Me montaba en la pared para cogermelas. Que tiempos tan bonitos
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