miércoles, 25 de mayo de 2016

AHHH…LOS CINES DE ANTAÑO


Este documental sirvió de argumento para un programa de televisión que con el título de “TECHO DE ESTRELLAS” fue nominado dos veces a Premio Nacional Simón Bolívar en los años 80’s.
Es que eran algo especial. Por la mañana se buscaba la cartelera de programación que aparecía en los periódicos o se preguntaba simplemente” qué dan” hoy en tal parte, lo que Ud puede interpretar como el nombre de un cine de barriada que variará según el sector en que Ud haya visto pasar aquellos bonitos tiempos en que no existían los rosqueros de la televisión y cuando empezaron a existir, uno maldito si les hacía caso. Zapatos embolados con lápiz, la mejor pinta, una cajita de chiclets y cinco centavos de cigarrillos, ese era el equipo para ir a las viejas “funciones” de aquellos tiempos. Ud remirará extrañado “embolado con lápiz”, pero debe acordarse de que así le decían los emboladores a la labor que hacían en los zapatos de moda con cerco ancho y punteada gruesa que ellos enlucían con un lápiz blanco. Recuerdo cuando “al pollo” Urdaneta le preguntó un embolador de La Bamba:” con lápiz cuadro?”- Y “el pollo” que era la primera vez que pagaba un embolador, respondía desconcertado:-“Eche, qué lápiz ni qué carajo! Con betún”. Aquellos cines sin duda sustrajeron del vicio a mucha gente y ayudaron a que las generaciones pasadas dejaran tradición gloriosa, porque la juventud se alejaba de las cantinas para amontonarse en las taquillas de los teatros para ver el estreno de turno. El tema es difícil por la cantidad de gente que agrupa y los muchos sectores que hay que recorrer. Uno puede hablar del Alameda, El Victoria y El Tropical o El Mogador sin peligro de omitir sectores; pero no sucede así por ejemplo con El Coliseo, al cual casi nunca iba la gente de San Roque, como no iba la gente del Paraíso a los teatros del barrio cuna de Barranquilla a no ser que fueran como “la pinta de América” “el ojo hundío” o mi primo Alejandro “El perico”, tres bacanes de aquellos tiempos que perrateadas las películas del Rialto, El Caldas y el Astral iban al Lido. Las cantaletas de sus madres primero y de sus mujeres después, terminaron por quitarles esa”birria”. En el 49 y 50 el ya citado Mogador  no era vecino del frente del Tropical; lo fue tiempo después y por lo tanto los chicos de esos tiempos no lo tendrán en sus recuerdos y sí aparecerá en las evocaciones de posteriores juventudes. Ahora bien: la cita de los salones de la Calle de Las Vacas le hará decir a alguien:”y dónde me dejas al Boyacá?” y otro más vicario (el término “cucho” es cachaco)mencionará al Polilla refutando que solo El Alameda y Victoria, Rialto y Tropical tengan tradición en aquellos pedazos, por lo que siendo tan difícil atenderlos a todos en una sola crónica, me hace el favor de darse por aludido Ud igual que el teatro de sus preferencias en el caso que no salga en la lista y evoque igual que nosotros aquellos tiempos de los cines de antaño. El comportamiento en ellos variaba según la personalidad del elemento o bien contribuía a revelar esa personalidad, ya que Ud podía encontrarse en cine con el petulantico, azaroso y bollón (el espantajopo de hoy), que iba con “chaqueta”mascando chiclets que era un contento, y caminaba todo el teatro desde su entrada hasta el momento de comenzar la primera película, porque las funciones eran dobles. Recorría los pasillos entre hileras de bancas y llevaba un guiño de ojos y una mirada conquistadora para las chicas que hallaba en su camino. Al final, todo sudado y con la fatiga de quien ha metido chiclets y tirado guayo en cantidad, el conquistador tenía que verse las películas de pie en un costado del salón o sentado en un pésimo puesto de la entrada porque cuando iba a buscar sitio ya el teatro estaba lleno. Había el que llegaba y de una vez se sentaba y empezaba a mirar el telón rígido  como corista vallenato, sin parpadear y destapando al tacto la  cajita de chiclets o la bolsita de maní que compró a la entrada. El otro era su vecino que antes de sentarse iba al baño en el inicio de una “meadera” que no cesaba en toda la noche y que luego se lamentaba porque en el momento en que Fernando Fernández le zampó la  mano a Linares Rivas, él estaba en el orinal. El otro era el viejo hijuemadre que no perdía su maldita costumbre de usar sombrero  y que se nos clavaba adelante impidiéndonos ver y protagonizando otra escena: la discusión con los espectadores que le pedía se quitara esa vaina. El asunto a  veces terminaba con el sombrero volando hacia el telón y una cipote pelea entre el viejo y los tipos de la banca trasera. No obstante, a ese no se le cogía tanta bronca, como al “malpa” que iba con una vieja que debía ser su mamá a juzgar por lo maluca, y empezaba a contarle la película y así el espectador vecino sabía que el pendejón amigo del detective era quien mataba a “la garra de hierro” quitándole toda la gracia. La otra era la vieja que iba con un peladito de brazos, vergajito que desde la entrada se dormía para despertar en la mitad de la primera película y armar cipote lloradera que desgraciaba a todos. Finalmente la parejita que no le”paraba bolas a nadie” y que a pesar de las muchas veces que iba a cine nunca podía dar fe de cuál era “El secreto del sacerdote” o lo que indicaba el retumbar de “Los tambores de Fu-manchú”. Ah, y los Hps que se apostaban cerquita del telón y entre los cuales estaba el de los estornudos sonoros, el del eructo volcánico, el del peo explosivo, el del chiflido agudo y los que hacían  también el conjunto más armonioso para correrle la madre al operador cuando se robaba alguna escena, o cuando aparecía un vidrio indicando que a alguien se le solicitaba en la puerta y ellos gritaban:”Está cagando!”. Sin embargo el sábado era un ritual ir a cine en aquellos tiempos juveniles con una tradición que iba de padres a hijos que le dejaba a uno la costumbre del viejo, no ya para ir ver a J.J. Martínez Casado en “María Elena”, pero sí a Rafael Baledón y Los Panchos en “Cuando el alba llegue”. Y entre semana aquellas voladas para entrar clandestinamente por algún medio, por ejemplo: el que se estilaba en La Bamba donde el portero dejaba salir en el intermedio a cierta cantidad de clientes que iban a tomarse un guarapo y que luego no verificaba el regreso, para nosotros con toda la seriedad del caso, conteniendo los nervios, fumándonos una pava de cigarrillo meternos “de paro” como decían “Cocacola”, “Eneas”, “El burro”, “Prensa” y “Mantecado” que así llamaron aquella modalidad, la cual no nos resultaba en El Rialto donde Racedo el administrador, que esa noche de Junio del 50 cumplía 33 años, casi nos hace meter presos. Estrenaban “Pelota de trapo” con Alfredo Di Stefano y quisimos entrar con “el paro”; pero “Tongolele” que así apodábamos al administrador, nos salió General y nada pudo convencerlo que éramos inocentes espectadores que habíamos salido en el intermedio a tomar un guarapito. Y así en “El Dorado” como en “El Boston”, en el  “Astral” y “El Caldas” como “El Buenos Aires”, “El Chiquinquirá” o “El Ópera”, igual en “El San Carlos”, “El Maruja” y el “San Jorge”, en “El Caribia”, “Bolívar”, “Bolivia”, y “Junior”, como en “El Paraíso”, “Amazonas”, Ayacucho…en fin. En todos los cines las barras juveniles de distintos tiempos dejaron sepultadas sus evocaciones. Pudo ser la jovencita ingenua que nunca había salido con nadie o las “ damitas” que iban al “América” teatro ubicado en pleno barrio Chino que en su estreno se dio el lujo de presentar “Ángeles de arrabal” con Víctor Parra, Rodolfo Acosta, Juan Orol y otros cabrones del cine azteca como un homenaje al personal asistente y que a la salida exclamó al unísono: “ LÉGAL  la película; LÉGAL”. Se acabaron los salones de cine al aire libre; los tradicionales aquí mencionados y muchos más que no cupieron (no fue olvido ni falta de ganas) dijeron adiós y pasaron a formar en el pasado junto con otras cosas lindas que ya tampoco se dan y son solo motivos hoy para suspirar emocionados por aquellos tiempos.

                                                                                                                                                                       

5 comentarios:

  1. MAESTRO SE LE OLVIDO QUIEN GRITABA SACA LA MANO QUE SE PIERDE EL ANILLO

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    1. Pereira: no se me olvidó; es que como dije nunca caben todos y este en particular era una horrorosa obscenidad que fue rechazada aun entre la gente de baja estofa. Cipote metáfora.

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  2. Todo tiempo pasado fue mejor?
    O era mejor porque eramos jóvenes?
    A pesar de la tecnología el cine no desaparecerá, hoy los cines son más cómodos y las películas con efectos especiales que en esa época nadie se hubiera imaginando, sin embargo los clásicos perdurarán

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    1. Y dónde los exhiben Duvan para irlos a ver? Porque si te refieres a los "curucuchos" esos de ciertos centros comerciales, con toda la "tecnología" que tú quieras no sirven pa' un carajo. Ni en horario ni en espacio ni en comodidad ni menos en programación. Se le saluda, cinéfilo.

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